Hay ocasiones en las que palabras apropiadas provocan un efecto mágico,
logran cambios de actitud, hacen aflorar emociones.

De eso se trata este blog: de convertir ideas en escritos, sueños
en palabras y envolverlos "para llevar"
.

miércoles, 30 de marzo de 2011

SER JIRAFA (carta a mi infancia)

¡Bajate del caballo, Gandaria! Era una de las frases que me avergonzaban en mi infancia. Es que los niños solían (¿solían?) ser bastante crueles cuando veían alguien diferente. Y vaya si era diferente, si parecía que me hubieran comprado por metro. Las veces que hice el camino más largo hacia la escuela, sólo para que no se me estrujara el estómago al pasar frente a la casa de unas vecinas que me gritaban “¡Tera!”... y después, las bromitas de los compañeros sobre mis piernas largas. Cigüeña, flamenco, y cualquier ave zancuda que se nombrara en clase era motivo de alusión a mi estatura, bastante superior a la media de mi edad. ¡Gandaria, bajate de arriba de esas piernas!... y encima estaban de moda esas muñecas patilargas, hechas con retazos de tela, para jugar y luego colgar en la pared. Realmente, ni eso me favorecía. Y para colmo de males a una directora de escuela suplente se le ocurrió hacer “fila única” de todos los grupos. Imagine, yo estaba en quinto, era por lejos la más alta de todas las niñas, y los pocos varones más altos eran aquellos eternos repetidores... casi con barba. Pero cuando me decían Jirafa, quedaba desconcertada. ¿Por qué? - me decía- si es un animal tan lindo y bueno, y además, lo que tiene largo es el cuello, no las patas. ¿Por qué jirafa es otra forma de burla? Me gustan las jirafitas. Después crecí. Maduré, quiero decir, aunque también crecí unos pocos centímetros más que cuando hicimos la “fila única”. Y al madurar fui entendiendo que más allá de las burlas, generaba y sentía afecto por mis compañeros, que los apodos cuando no tienen intención de insulto, no deben ser tomados como tales, y que, de última, todos tenemos algunas cosas diferentes. Que ser más altos o más bajos, más gordos o más flacos, tener el pelo enrulado o lacio, usar anteojos, muletas, tartamudear o no oír bien nada tiene que ver con las cualidades esenciales del ser humano. Mi jirafita de madera me recuerda muchas cosas; para ella, ser jirafa no es malo. Para mí tampoco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sentí muy identificado, también me avergonzaban en mi infancia y ahora me doy cuenta que era una tontería.

Eyina dijo...

Hola, leía tu escrito y sin ninguna duda me sentí muy identificada a mi me pasaba, recuerdo siempre una fila en kinder en mi escuela básica, siempre era la ultima de la fila era la más grande siempre en ese entonces me sentía muy mal, hoy no eso te ayuda y estiliza la figura y casi los rollitos no se ven sólo yo en el espejo. Besos me encanto pasar a verte.
Eyina.